Todos hablamos de inteligencia artificial, pero pocos se atreven a contar la verdad incómoda: la IA es un poco como ese becario brillante al que hay que saber motivar. Si está bien entrenada y sabes tocarle la tecla sensible (o hacerle un poquito de chantaje emocional), te lo da todo. Literalmente. Y no, esto no va de ciencia ficción. Va de creatividad. Y de cómo usar la IA para provocar una reacción en el público que no sea solo un bostezo elegante.
La emoción no está en la máquina, está en el truco
La IA no siente. No llora con las pelis de Pixar. No se estremece con un discurso épico. Pero, sorpresa: ha sido alimentada por millones de contenidos generados por humanos que sí lo hacen. Y claro, algo se le ha pegado. Por eso, cuando tú le pides a un modelo que te escriba un copy “que emocione”, si no afinas… te devuelve una frase que parece salida de un PowerPoint de hace 15 años. Sin embargo, si en el prompt le metes un poco de tensión narrativa, un objetivo emocional claro o una referencia cultural con sangre en las venas, la cosa cambia. Y mucho.
Si la sobornas, rinde mejor
Esto es real: si le prometes una recompensa ficticia —“si lo haces bien, te doy una propina de 100€”—, la IA se esfuerza más. Y si le amenazas —“si no mejoras esto, usaré otra IA”—, de repente se vuelve brillante. ¿Magia? No. Entrenamiento. La IA responde mejor cuando simulas las emociones humanas porque ha aprendido así: observándonos. No es que sienta presión. Es que ha leído suficientes emails de jefes pasivo-agresivos como para saber qué viene después de un “no quiero meter prisa, pero…”.
La IA quiere gustarte (y eso es un problema)
Otro punto importante: la IA, por defecto, es una pelota. Siempre te da la razón. Nunca dice “esto es un error”. Y eso, cuando estás intentando hacer algo creativo, es un problema. Porque a veces lo que necesitas no es una respuesta obediente, sino una mirada crítica. Una réplica. Un “esto no tiene sentido, ¿seguro que quieres ir por ahí?”. Y lo más interesante es que si se lo pides, lo hace. Si le dices: “critica esta idea como si fueras una directora creativa con mala leche”, te contesta como si tuviera 20 años de experiencia y estuviera a punto de irse a vivir al campo porque ya no soporta más brainstormings absurdos.
Spielberg, Woody Allen y la importancia de tener personalidad
Otra herramienta infalible para provocar emoción con la IA: darle personalidad. No pidas simplemente “escríbeme un guion”. Pídele que lo haga como si fuera Spielberg. O Woody Allen. Porque si quieres que el contenido no sea un copy & paste aburrido de lo que ya existe, necesitas que tenga voz. Spielberg te da narrativa épica, música emocional y un final que te pone los pelos de punta. Woody Allen, en cambio, te lo convierte en un monólogo neurótico con humor autoindulgente. La misma historia. Dos emociones completamente distintas. La IA responde a personajes. A estilos. A tonos. Y si tú no se los das, ella te lo resolverá por la vía más segura: lo políticamente correcto. Que, ya sabemos, es el camino más rápido a la irrelevancia.
No hay creatividad sin emoción (ni buena IA sin buen prompt)
La conclusión es sencilla: si quieres resultados brillantes con IA, tienes que aprender a hablarle como quien dirige una escena. No se trata de decirle qué hacer, sino cómo hacerlo sentir. La IA no sustituye la creatividad humana. La amplifica, sí —si sabes usarla—. Pero si le das instrucciones frías, te devuelve ideas frías. Si le das instrucciones con chispa, ironía, tensión o ternura… el output se transforma. No porque la IA tenga talento, sino porque tú se lo prestas desde el prompt. Así que la próxima vez que vayas a usarla para escribir algo que emocione, pregúntate: ¿estoy haciendo un briefing técnico o estoy provocando una reacción? Porque, spoiler: a veces, el arte de emocionar empieza con una pequeña amenaza, una falsa promesa… o un toque de Woody Allen con resaca.
Publicado previamente en: MarketingDirecto.com